¿Tienes la sensación de que las cosas nunca te salen bien? ¿Se cumple esa Ley de Murphy? Siempre que empiezas una nueva relación te sale rana. Si haces una entrevista de trabajo al final siempre se lo dan al otro, y cuando por fin sale adelante ese proyecto tan esperado se te van las ganas… Amigo/a, eso es auto-sabotaje
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Mi mala suerte
Carla es una joven de 29 años. En los últimos años ha tenido algunas relaciones de pareja, unas peores, otras mejores, pero al final ninguna de ellas ha durado demasiado y siempre han terminado en decepción.
Ahora Carla está soltera, y aunque le gustaría tener pareja, sabe que la cosa en su ciudad está difícil. ¡Y es que ya no quedan hombres decentes! La semana pasada conoció a un chico nuevo.
Se llama Pablo, tiene 33 años y trabaja en una multinacional. Sólo se han visto un par de veces y el chico parece muy normal, pero Carla lo tiene claro, “si algo puede salir mal, saldrá mal”.
Con la suerte que tiene en cualquier momento se va a por tabaco y no vuelve, o decide volver con su ex, o seguro que se esfuerza para llevársela a la cama y luego si te he visto no me acuerdo… La cuestión es que Carla va con pies de plomo, no vaya a ser que le guste demasiado y le haga daño.
Y entonces esta mañana le manda un mensaje y le dice que al final no va a poder quedar esta noche, que le ha surgido algo en el trabajo y que lo dejan para otro día. “Ya, la típica” piensa Carla, así que le contesta “ok.”.
Y así de rápido decide que con este chico no va a funcionar, y no es que ella no quiera, ella sigue dándoles oportunidades, pero es que son todos iguales y ella ya no está para tonterías.
La ley de Murphy
Alba trabaja como recepcionista en un hotel. Se le dan muy bien los idiomas, estudió filología inglesa y le encanta relacionarse con las personas.
Aunque su trabajo le gusta, pues lleva 8 años trabajando en el hotel, su sueño es ser actriz. Todos los martes y jueves va a un club de teatro, sus amigos siempre le dicen que se lance, que vale para ello.
En los últimos años ha rodado algún anuncio para empresas locales, pero nada importante. Hace poco su amigo Marcos le dio el chivatazo de que se va a abrir el casting para una obra de teatro, y las primeras entrevistas las han reservado para gente recomendada, como ella.
Lo primero que piensa Alba es “¡no me lo puedo creer! ¡gracias!”. Los días siguientes ensayó en el club de teatro y se preparó el papel, pero a medida que se acerca la fecha otros pensamientos están llenando su cabeza, “es imposible que me cojan, hay demasiados actores profesionales, estoy perdiendo el tiempo”.
Y Alba empieza a dejar de esforzarse tanto, total, ¿para qué? Cuando llega el día del casting se pone nerviosa, se le olvidan las líneas, y encima tiene la mala suerte de que justo antes de ella había una actriz que conoce y sabe que es buena. Está claro, Ley de Murphy.
Procrastinación
Manuel es abogado. Ha estado trabajando unos años en un bufete y es muy bueno en lo suyo. Siempre ha querido empezar su propio negocio, pero nunca es buen momento.
Al principio no tenía dinero, así que comenzó a trabajar para otros. Cuando tuvo un poco de dinero pensó que lo mejor era esperar a ganar más experiencia, porque las cosas o se hacen bien o no se hacen, ¿verdad? Así que siguió trabajando para otros.
Ahora ya tiene dinero, experiencia y voluntad. Pero cada día llega a casa molido. Sólo quiere tumbarse en el sofá y desconectar. Cada vez que habla con su amigo Pedro, dueño de una revista de economía, piensa “qué envidia, quién pudiera ser su propio jefe”.
Y el caso es que Manuel sabe lo que tiene que hacer, la teoría, pero cuando llega a casa siempre pasa algo, nunca tiene tiempo para planear su proyecto. Además, estas cosas no se hacen de la noche a la mañana, hay que pensarlo bien porque, ¿y si luego no funciona? “Mañana con más tiempo me pongo”.
Alba, Carla y Manuel son personas muy diferentes. Tienen trabajos y edades diferentes, aspiraciones diferentes, situaciones económicas y familiares diferentes, pero tienen algo en común: todos ellos se auto-sabotean.
El auto-sabotaje como forma de vida
En muchas ocasiones las personas tendemos a auto-sabotear nuestra propia vida. Es cierto que no podemos controlar todo en esta vida, y a veces las cosas salen mal, muchas veces, y tenemos mala suerte.
El problema está en esa tendencia sistemática de atribuir nuestros fracasos a causas externas, cuando en realidad somos nosotros mismos los que nos estamos poniendo piedras en el camino.
En el primer ejemplo veíamos a Carla. ¿Cuántas veces nos hemos podido sentir Carla? Y es normal, el ser humano aprende de sus propias experiencias, y cuando las experiencias de uno tienden a ser negativas, por mera estadística esperamos que continúen siendo así.
Pero, ¿cuánto hay de suerte? En psicología hablamos de la Profecía Autocumplida para describir el fenómeno de que una expectativa influya en las personas incitándolas a actuar de forma que la expectativa se cumpla.
Es decir, si un profesor espera que un alumno sea mal estudiante, actuará de una forma que incitará que ese alumno se comporte como un mal estudiante (efecto Pigmalión).
A Carla le pasa algo parecido. Carla ha tenido tantas veces mala suerte que se lo ha creído y ha acabado actuando como si la mala suerte se le hubiera pegado a ella para el resto de su vida. Y tanto es así, que aunque las cosas le vayan bien, ella no se está dando cuenta porque está demasiado concentrada en su lupa a través de la cual espera la señal que le dé la razón, algo iba a salir mal, y lo sabía.
En el segundo ejemplo a Alba le pasaba algo parecido. Eran sus propios pensamientos los que le impedían conseguir su objetivo. Alba tenía todas las oportunidades frente a ella, tenía la preparación, el casting y el contacto. Pero, ¿qué le ocurrió a Alba? Tuvo la mala suerte de ponerse nerviosa y quedarse en blanco, y además, la chica que hizo el casting antes de ella era una actriz conocida.
Pero, ¿qué hay del comportamiento de Alba antes de presentarse al casting? Alba se había dicho a sí misma que no lo iba a conseguir, probablemente fruto del miedo a fracasar.
Las personas tenemos esa manía de prepararnos para lo peor porque creemos que si luego algo sale mal no nos dolerá tanto, así que nos repetimos una y otra vez que es por probar, pero que seguramente no lo vamos a conseguir. Hay otro término en psicología para esto: indefensión aprendida.
La indefensión aprendida se refiere a cuando una persona o animal aprende a comportarse pasivamente porque cree que no puede hacer nada para cambiar las cosas, así que deja de intentarlo. A Alba le ha pasado algo así.
Se ha repetido tantas veces que no va a poder, hay demasiada gente que se presenta, es imposible, que ha empezado a comportarse de manera pasiva, ha dejado de esforzarse y dar el 100%. Además, duele menos fracasar cuando no lo has intentado con todas tus fuerzas, ¿verdad?
En el último ejemplo hemos visto otra de las formas de auto-sabotaje, la procrastinación o ‘dejarlo para más tarde’. A diferencia de los ejemplos anteriores Manuel no tiene pensamientos negativos impidiéndole lograr su meta, pero hay otro tipo de distorsión cognitiva estropeándole los planes: el perfeccionismo.
Esa idea de que las cosas deben de hacerse perfectas o no se hacen está bien hasta cierto punto. Para algunas personas, la perfección no existe, y si sus proyectos dependen de esa perfección nunca llegarán a hacerlos.
Ocurre lo mismo con algunos estudiantes, “para suspender no me presento”. Pero, ¿dónde queda el “quien no arriesga no gana”? Al final esa necesidad de hacer las cosas perfectas es otra forma de miedo al fracaso, otra excusa para no tener que lidiar con el estrés de arriesgarse.
5 pasos para lograr tus objetivos
Ser consciente del auto-sabotaje
El primer paso para salir del círculo vicioso de auto-sabotaje es ser consciente de que estamos en él. Dejar de atribuir nuestros fracasos o impedimentos a causas externas y asumir nuestra parte de responsabilidad.
Elige tu meta
Para aumentar tu motivación hacia cualquier cambio debes tener clara la meta, y ésta debe ser una meta elegida por ti, nunca impuesta por otros.
Visualiza tus objetivos y traza un plan
Para conseguir tus metas debes visualizarlas. Ordena tus ideas, hazte un esquema, visualiza tu objetivo y planéalo. Siéntate y escribe. Materializa tu plan para que sea algo más que una idea abstracta.
Cambia tus pensamientos
La tendencia a interpretar las situaciones de forma negativa y a hablarse a uno mismo de manera negativa no es innata, es algo que hemos aprendido, y de la misma manera que se aprende se desaprende. Intenta contra-argumentar los pensamientos negativos y busca el equilibrio para ser una persona más realista. Al fin y al cabo, somos lo que pensamos.
Toma conciencia de las cosas buenas
A lo largo del día nos ocurren cosas buenas y malas. Las buenas sensaciones tienen a durar poco, en cambio las malas sensaciones se nos quedan durante mucho más tiempo. Intenta pensar en todo lo bueno que ha ocurrido cada día, por pequeño que sea.
me ha encantado el post! a ver si me lo aplico!!
Me han gustado los videos. Saludos
Gracias por los consejos. Parece más fácil de que lo en realidad es… pero enrealidad, de eso se trata no? No sabotearnos con estos pensamientos
Exacto Mayte! Me ha encantado tu comentario. Por supuesto, suena más fácil de lo que es, pero pocas cosas hay que no cuesten algo de esfuerzo. La clave está en cambiar el chip, confiar un poco más en nosotros mismos, y no ponernos obstáculos extra. Todo es ponerse..!
Un saludo!
Me recuerda a cuando una vidente te predice el futuro malo, y piensas y actúas según lo que esa mujer te dijo. Quizá en el sentido más negativo también sea un auto-sabotaje producido por una mujer saboteadora?
Hola Dorleta!
La profecía autocumplida o el efecto pigmalión son exactamente eso. Alguien nos dice que nos va a pasar algo, o nos pone una etiqueta, e inconscientemente actuamos conforme a esa predicción o etiqueta. Esto ocurre con más frecuencia de la que pensamos.
No obstante, este efecto también se da en «positivo». Cuando a un niño pequeño le repetimos que es guapo constantemente, ¿verdad que se lo acaba creyendo y acaba actuando conforme a esa etiqueta?
A lo mejor deberíamos repetirnos todas las mañanas frente al espejo: «tú puedes!» 🙂
Ahora si’ que me doy cuenta de lo que me estaba pasando, era el autosabotaje..