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Indudablemente, el maltratador se hace. Los estudios sociales han concluido que la violencia de género es, principalmente, fruto de los mandatos culturales, ya que éstos “han otorgado una serie de derechos y privilegios al hombre, dentro y fuera de las relaciones de pareja, que han legitimado históricamente un poder y una dominación sobre la mujer”, de manera que el hombre utiliza la violencia hacia su pareja o ex pareja como forma de ejercer su autoridad y mantener el control de la relación.

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No existen, o no se conocen hasta el momento, características biológicas que determinen desde el nacimiento que un niño será en el futuro un adulto agresor o maltratador. Sin embargo, con frecuencia encontramos hombres que se muestran violentos solamente contra sus parejas, siendo perfectamente capaces de relacionarse pacíficamente y con normalidad con el resto de personas de su entorno.

Ahora bien, los estudios también revelan que el déficit en habilidades interpersonales y de comunicación, y la falta de estrategias de afrontamiento, incrementan la probabilidad de establecer relaciones sociales y de pareja conflictivas.

Tanto es así, que la mayoría de intervenciones para la reeducación del maltratador que se llevan a cabo actualmente en España están sustentados en estas dos premisas. En este enlace puedes acceder al Programa de intervención para agresores (PRIA) de Instituciones Penitenciarias y leer detalladamente todos los aspectos que se trabajan durante el mismo.

Incluso en el mejor de los sistemas educativos, la escuela no puede ser el único agente socializador encargado de crear una sociedad igualitaria y libre de violencia contra las mujeres. Todas las personas hemos crecido influenciadas por una cultura machista y desigual, y un sistema económico y social en el que aprendemos a competir con los demás, pero no a cooperar, a expresar nuestras emociones o a superar nuestras inseguridades. Así que…

¿Qué puedes hacer tú, madre/ padre para contrarrestar esto, para que tu hijo nunca llegue a ser un maltratador?

Potencia una actitud crítica sobre los mensajes que mandan el cine, la música, la literatura y la publicidad. Es inevitable recibir mensajes sexistas, por lo que en vez de evitar o prohibir, hablad y cuestionad lo que veis, leéis y oís, y los mensajes que los medios de comunicación reproducen a diario:

¿Qué papel juegan las mujeres en el cine? ¿Cómo se habla de ellas en las canciones? ¿Qué tipo de relaciones amorosas son las que cuentan las historias de los libros?

Puedes hablar y debatir con él distintas cuestiones: si las/os protagonistas asumen roles de género tradicionales o por el contrario asumen modelos alternativos de masculinidad y feminidad; cuáles son los adjetivos con los que se refieren a ellas/os los demás personajes; cómo inician y finalizan las historias (¿el matrimonio o la relación estable, monógama y heterosexual es la única opción para un final feliz?); qué conflictos aparecen y cómo se solucionan (¿una relación conflictiva y tormentosa que mágicamente cambia porque escondía un amor verdadero?), qué relaciones de dependencia aparecen entre los personajes… existen muchas posibilidades.

Someter a las películas al test de Bechdel puede ser una buena forma de empezar.

Para analizar las ideas que directa o indirectamente emiten los anuncios en cuestiones de género, el Observatorio Andaluz de la Publicidad no Sexista publicó un sencillo decálogo y recopiló en su canal de Youtube bastantes ejemplos de cómo NO hay que hacer las cosas.

▪ Habla con tu hijo sobre el amor y las relaciones afectivas. A medida que vaya acercándose a la adolescencia, las relaciones amorosas irán adquiriendo mayor importancia entre sus preocupaciones. Por este motivo, es necesario erradicar ideas erróneas o estereotipadas sobre el género femenino y las relaciones basadas en el amor romántico. Potencia la idea de que elegir tener pareja es una opción personal tan válida como elegir no tenerla y de que el aspecto esencial en las relaciones interpersonales es el respeto mutuo. No existe una sola forma de amar y ser amado y todas son igualmente correctas.

Ayuda a tu hijo desde pequeño a cuestionarse el orden social de género establecido. Anímale a que observe su alrededor y trate de explicar las circunstancias y eventos que suceden en su entorno.

¿Quién va habitualmente a recoger a sus compañeras/os al cole?

¿Por qué tienen más maestras qué maestros?

¿A qué juegan los niños y las niñas durante el recreo?

¿Quiénes se pelean en clase y cómo solucionan sus problemas?

¿Los niños a los que no les gusta jugar al fútbol en el cole están igual de integrados en el grupo que los demás?

¿Cuál es el motivo de qué suceda todo esto?

▪ El motivo es la socialización diferencial. Así que coeduca, es decir, educa en igualdad. Esto implica que el proceso de crianza esté libre de estereotipos y expectativas relacionadas con el sexo del bebé. No hay colores, juguetes, personalidades, profesiones, emociones, sexualidades, etc. que sean exclusivas de un determinado género. Esfuérzate en no etiquetar, y enseña a tu hijo que los modelos sociales tradicionales de lo que significa “ser hombre” y “ser mujer” han quedado obsoletos y que existen muchas más posibilidades.

Este reciente artículo de prensa explica qué implica la coeducación y qué posibilidades ofrece la escuela en este aspecto.

No toleres frases hechas, refranes, comentarios o chistes sexistas o que naturalicen la violencia. Porque aunque a priori puede parecer algo inofensivo, el lenguaje y su manera de utilizarlo influencia nuestros esquemas de pensamiento y propicia la asimilación y normalización de ideas erróneas o sesgadas. <Ni los que se pelean se desean ni los amores reñidos son los más queridos.>

Enseña a tu hijo que los conflictos siempre se solucionan a través del diálogo, sin gritos, insultos, faltas de respeto, intimidaciones o cualquier otro tipo de agresión. Además, es necesario que aprenda a reconocer y asumir cuando no lo hace así y a disculparse por ello, ya que la otra persona ha podido sentirse ofendida. No es suficiente con censurar comportamientos incorrectos, si no que debemos ofrecerle siempre modelos de conducta alternativos que potencien la asertividad y la empatía.

Por supuesto, es esencial predicar con el ejemplo y que los conflictos que surjan entre los miembros de la familia se solucionen a través de la comunicación. Y como sus padres a veces también se equivocan, así lo reconocen y se disculpan por ello.

▪  La familia debe ser considerada por el menor un espacio seguro en el que poder expresar temores y dónde encontrar apoyo para afrontarlos. De esta forma, los errores tienen que ser corregidos valorando los aspectos positivos (por ejemplo, haberlo intentado) y aportando opciones alternativas de conducta.

Evita las comparaciones con hermanas/os o compañeras/ os o aprenderá a medir su valía en función de las virtudes y defectos de los demás.

Trata de facilitarle actividades que le ayuden a ir practicando en aquellas áreas en las que se siente más inseguro en vez de evitarlas. Por ejemplo, si es tímido y le cuesta mucho hacer nuevos/as amigo/as, procura que participe en actividades sociales valorando positivamente su valentía por afrontar retos, recordándole que los aprendizajes a veces son lentos y/o difíciles, pero gratificantes. En sí mismo, este proceso de autosuperación puede ser una importante fuente de motivación y autoestima. Por otra parte, no olvides enseñarle que no sólo él hace esfuerzos por mejorar, sino que debe valorar también los que hacen los demás.

▪ Por último, y no por ello menos importante, para poder educar en igualdad, es necesario que revises constantemente tu propio comportamiento y sistema de creencias, ya que modificar los esquemas mentales y eliminar los prejuicios aprendidos a lo largo de toda una vida es un proceso complejo.

Y no infravalores la influencia positiva que una buena educación familiar puede llegar a tener en el comportamiento adulto de tu hijo. Porque ya se sabe, “educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”.

Bibliografía:
  • Arenas, L. (2013). Sexismo en adolescentes y su implicación en la violencia de género. Boletín Criminológico, 144, 1-5.
  • Corsi, J. (2003). Violencia y género: la construcción de la masculinidad como factor de riesgo. En Corsi, J.  y Bonino, L (dirs.) Violencias sociales (pp.117-138). Buenos Aires: Ariel.
  • Expósito, F. y Ruíz, S. (2010). Reeducación de Maltratadores: Una Experiencia de Intervención desde la Perspectiva de Género. Psychosocial Intervention/Intervencion Psicosocial, 19, 145-151.
  • Ibáñez, M. (2004). Violencia doméstica en Euskadi: malos tratos a la mujer: Análisis y definición del proceso de ruptura con una relación de maltrato. Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.
  • Lila, M., Conchell, R., Díaz, Y. y Villanueva M. (2007). Programa Contexto. Programa de intervención para maltratadores en la provincia de Valencia. Congreso Internacional Violencia de Género: Medidas y propuestas prácticas para la Europa de los 27.

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